lunes, 8 de diciembre de 2014

Tori súper coneja y el embarazo de mamá

                                                                                                                     


                                                                                                  Tori con su mamá y hermanito
                                                            
Jonathan y yo nos casamos hace dos años. A los dos nos gustan muchos los animales, aunque a él, en particular, los conejos. No sabíamos que existía la adopción, y como algunas personas nos comentaron que en Maskota los cuidaban y trataban muy bien, fui a comprar uno en esa tienda de animales. Justo el día de reyes llegó a casa, le pusimos de nombre Pixel, era tan pequeño que no podía subir ni un escaloncito.
Dos días después de su llegada, lo vimos muy cansado, creíamos que tenía sueño y hasta le tomamos una foto: Pixel tiene sueño. Al día siguiente, quise despertarlo y Pixel estaba en una esquina agazapado, lo llamé y acaricié pero no respondía, llame rápido a Jonathan y, como era de esperarse, entramos en pánico: no eran ni las 6:00 a. m. cuando tomamos una manta y fuimos rápido a un hospital de urgencias. Dijeron que estaba muy delicado, que era probable que no sobreviviera y que lo tendrían en terapia intensiva. Las lágrimas no dejaban de brotarnos, lo tuvimos que dejar internado y en la tarde llamó mi esposo llorando: Pixel acababa de morir. Desconsolados, fuimos a buscar su cuerpecito.

                                                                                                 Última foto: Pixel tiene sueño
Cuando llegamos a casa, mi papá ya había cavado un hueco para enterrar su cuerpecito en la jardinera, nos dijo que sabía que iba a ser difícil pues, a pesar de tener tan pocos días con nosotros, estábamos muy encariñados. Lo enterramos. Esa noche el silencio estaba presente, no había risas, sólo tristeza. Fui a reclamar a Maskota, pedí hablar con el veterinario, pues el médico que atendió a Pixel comentó que padecía una infección de aproximadamente dos semanas, me dijeron que necesitaban quedarse con el cuerpo y que sólo me podía dar otro conejo o artículos: no queríamos otro, ni artículos; queríamos que por lo menos trataran bien a los animales con los que lucran…en fin, fue un pésimo sabor de boca, los presionamos en las redes hasta que nos ofrecieron una disculpa y ofrecían regresar el dinero (aunque eso no nos consolaría).
Al buscar la manera de denunciar a Maskota, Jonathan dio con The Bunny Parade, una página donde explican cómo cuidarlos, lo importante de la adopción y el amor que necesitan. No sabíamos que existía algo parecido; por desgracia, tuvimos que experimentar este dolor para enterarnos.
Tiempo después, encontramos a Chistian en The Bunny Parede en Facebook, una chica que daba conejitos en adopción. John me enseñó fotos, eran muy pequeños y lindos, pero aún me sentía con reservas para adoptar. Recuerdo que mi mamá me dijo: “Es normal que tengas miedo, pero el corazón se agranda y ese conejito necesita amor, quizá no se lo pudiste dar a Pixel, pero puedes dárselo a un nuevo ser”. Me quedé con esas palabras y decidimos adoptar. Era una pequeña coneja negra, con pecho blanco y en su patita tenía una especie de botita blanca. Cris nos mandaba fotos pues teníamos que esperar el destete. Cuando llegó el día en que por fin vino a casa, empezó a oler todo, a saltar y a brincotear; se llama Tori y desde hace dos años ha sido nuestra alegría.



Los primero días estábamos como papás primerizos, íbamos a cada rato en la noche a revisar que estuviera bien. La llevamos al veterinario y nos dieron todas las indicaciones, qué comer y qué no, lo que nos tranquilizó mucho, además del apoyo de los miembros de The Bunny Parade, que nos dicen qué se puede hacer y qué no. Desde ese día hasta la fecha, ha sido nuestra hija; es la princesa de papá, lo sigue a todos lados, se deja cargar por él, le da besos, y es que él se encarga de limpiar su lugar, está al pendiente de su alimento y la tiene muy consentida. Y aunque es una mascota, y muchos nos consideran locos, comemos juntos: a la hora de la cena, le ponemos su platito de lechugas y verduras. Tori es feliz.

Es una coneja muy dócil y muy bien portada. Cuando salimos de vacaciones, se queda en casa de sus abuelitos, que también la quieren mucho, pero se enoja y se pone muy triste, pega con sus patas, incluso nos deja de “hablar” cuando regresamos.

Es muy noble: cuando murió mi abuelo, parecía que sentía mi tristeza. Un día mientras lloraba, por primera vez subió a mi pecho y comenzó a besar mi mejilla y, como nosotros hablamos por ella, John dijo en voz de Tori: “Tranquila, mami, no me gusta verte triste”, creo que ésa fue su forma de decirme aquí estoy.

Hace un tiempo, Tori comenzó a tener una actitud rara conmigo, extrañamente siempre quería estar en mis piernas y en dos ocasiones me orinó, cosa que ella nunca había hecho. Ella conoce muy bien su lugar para orinar. Dos semanas después, supe la razón: estoy embarazada. Muchas personas nos dijeron que tener a Tori era muy peligroso para mí y para mi embarazo; que su orina podría contagiarme de toxoplasmosis o, como muchos la conocemos, “el virus del gato”.
 
Antes de tener conejitos, habíamos preguntado a un amigo médico que si eso era cierto, nos explicó que no, que eso puede pasar al ingerir excremento de un gato infectado y que es más común contagiarse por medio de alimentos mal desinfectados. Cuando fui con mi ginecóloga, pregunté si podía convivir con mi coneja, y me explicó que para nada era dañino, que podía convivir con ella normalmente y sólo por higiene evitar sus heces, y que para evitar alguna alergia al pelo, bastaba con cepillarla. A pesar de los cuestionamientos de algunas personas, nunca nos desharíamos de Tori.


John la cepilla por las tardes mientras ella come, le da un arándano por quedarse quieta, y su ya tradicional sesión de caricias que le encanta. Le compra maderitas para que muerda, y así evitar que destruya los muebles y los cables. En el mural que irá en el cuarto de su hermanito, estará dibujada Tori súper coneja, pues tenemos planeado enseñarle desde pequeño a amar y respetar a Tori y a todos los animalitos.

 
 
 

Estoy por cumplir 6 meses de embarazo y, hasta la fecha, Tori no se me separa: me sigue a todos lados, si voy a la cocina, al baño o si estoy acostada, incluso cuando estamos comiendo siempre salta a mis piernas. Si estoy acostada, se pone muy cerca de mi panza y empieza a lamerla. No me da besitos en otra parte, sólo en la barriga. John dice que es porque quiere estar cerca de su hermanito. Cuando su hermano se mueve, la hemos puesto en mi vientre para que lo sienta, ¡y parece que abre más esos ojotes! Se queda tan quieta y sólo vemos cómo mueve sus orejitas como si escuchara algo más.

 

No sé si Tori realmente lo hace porque se da cuenta del embarazo, pero creo que es un ser extraordinario, y que así como ama tanto a su papá y lo sigue a todas partes, creo que hará lo mismo con su hermanito. La verdad es que no vemos nuestra vida sin ella.